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September 1, 2019
Estamos presenciando cómo la relación cambiante entre las naciones está afectando el orden global, incluyéndose un nuevo balance de poderes frente a los Estados Unidos.
Si bien el régimen xenófobo de Donald Trump se está aislando cada vez más de las relaciones mundiales, al abandonar los principios democráticos internacionales, y disminuyendo la supremacía del mercado global liberal; las fuerzas ideológicas fascistas detrás de la red del crimen transnational (bajo el manto del comunismo internacional del siglo 21), se impulsan en reacción con nuevas actitudes hacia la gobernanza global: desde las mafias rusas de Putin que representan una amenaza a la seguridad de los países europeos y latinoamericanos hasta la propia agenda expansionista de China en Asia y Latinoamérica, a lo cual se agrega la misma injerencia rusa en las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos en el 2016, así como habrán de ocurrir en futuras elecciones.
En Latinoamérica se busca la promulgación de una gran patria, que está siendo codificada por Rusia y China conjuntamente con representantes islamistas radicales ubicados en el propio patio trasero de los Estados Unidos–y supuestamente a favor de Rusia: en México, Cuba, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela, Bolivia, Uruguay, etc. Se trata de una estrategia de unificación que forma parte de lo que la campaña globalista del comunismo internacional llama la búsqueda de una utópica Patria Grande o Gran Patria: Una travestía del significado de nación donde al igual que Cuba se reduce la libertad del individuo a la lucha por su supervivencia mediante la sumision. Su objetivo es convertir a la nación en un súbdito maleable, y que su subsistencia dependa de su nivel de cooperación: o sea destruir la integridad democrática para crear esclavos dispuestos a dar la vida por la Gran Patria.
Es bajo su propio riesgo que la actual administración de EE. UU. permanezce desconectada de la idea de toda intervención militar, solo para hablar de diálogo o sanciones destinadas a imponerse sobre las mafias que gobiernan países como Venezuela y Cuba, Nicaragua, Honduras y Bolivia; o a invocar el Tratado Democrático Interamericano acordado por la ONU y la OEA, como si estas tímidas medidas pudiesen prevenir el genocidio de las mayorías disidentes.
Sabemos que las políticas domésticas de Trump son consistentes con su política internacional de aislamiento, lo cual a nivel constitucional se ha convertido en una distracción sobre sus propias deficiencias como presidente de la nación más poderosa del mundo, y más grave aún existe la posibilidad de que sea reelegido gracias a un ciego apoyo de la ultra derecha electoral. Es muy dudosa la posibilidad de que Trump puediese alcanzar un mayor poder político en un segundo mandato para actuar de manera más perniciosa en el ámbito internacional. Si ello sucediera, la probabilidad de que Estados Unidos se debilitase aún más serla mucho más probable.
Mientras tanto, es un hecho que las instituciones gubernamentales de Venezuela ya se han derrumbado y, por lo tanto, la autonomía de su Estado ha dejado de existir, ocupado por Estados truhanes como Cuba, Rusia y China, con su presencia militar; quienes a su vez son ayudados por paramilitares locales y grupos guerrilleros de Colombia (La FARC y el ELN), así como los grupos radicales islámicos chiítas, denominados como Hezbolá, asi como otros grupos ungidos por los ayatolás de Irán y Siria.
Mas trágico aún podría ser que a partir de la explosion demográfica mundial de musulmanes de hoy en día, podamos predecir un posible resultado distópico, uno que sea difícil de articular a riesgo de ser discriminatorio o políticamente inadmisible. Del mismo modo que los musulmanes en el Medio Oriente están comprometidos en una alianza con las fuerzas del ejército ruso y la inteligencia de Putin, para servir como instrumentos desestabilizadores en la expansión rusa y su silenciosa guerra de ocupación del mundo occidental, al mismo tiempo, la discriminación de los musulmanes en la China y la India solo sirve para erradicar cualquier lealtad ilusoria con quienes no sean musulmanes. Esta discrepancia persistirá en todo caso, y podría ser contraproducente al envalentonar un mayor radicalismo y terrorismo de lo que ya hemos visto en todo el mundo, hasta que finalmente se convierta en una abrumadora masa crítica de musulmanes persiguiendo infieles en cada rincón del orbe.
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