Escribo en https://ricardomorin.wordpress.com/ sobre esos elementos sórdidos de nuestra cultura: la farsa de espejismos perversos que son el ápice de la influencia mercenaria entre nuestros países; la sinergia entre ideologías acomodaticias y el ineludible hedonismo bochinchero que nos caracteriza.
En el sino de esperpento al que hemos llegado, Venezuela esta secuestrada entre la expropiación y un trágico proceso auto destructivo. Tal parece nadie cree en nadie, estupefactos en cúpulas de cristal, esperando al último respiro. No todos pueden unirse a esa diaspora que esta obligada a sobrevivir adaptándose a nuevas tierras. Muchos no pueden desterrarse a lo desconocido: aquellos aún más vulnerables quienes no tienen otra alternativa que no sea una lucha que exige gran valor, sin tregua alguna. Lloro por todos ellos a cambio de una alusiva esperanza.
¿Qué podríamos lamentar cuando líderes pusilánimes aún existan en Venezuela? Cuando no tengan alguna otra alternativa que no sea promover una esperanza asediada por la cruenta realidad, con el objetivo de aplacar la urgencia a resolver una desbordante crisis humanitaria; una crisis que implica aproximadamente 27 millones de víctimas, muriendo de hambre, estranguladas por un narco-estado, a manos de una ínfima, pero poderosa, minoría de victimarios armados hasta los dientes. ¿Dónde se haya nuestra compasión cuando semejante genocidio, afianzado a mordaces incrementos, no permite otra alternativa que la de esperar por una incierta iluminación crítica, mientras los inocentes se canibalizan entre sí, aplastados en su dignidad, con la cola entre piernas, en espera de ser sacrificados por una bestia del sadismo hasta su último gélido aliento?
Si algunos de ustedes recordara la proposición del bitcom y los mini lingotes de oro—de lo cual, hasta hace poco, hacia eco la bestia Masburra–; le podría, entonces, ser comprensible, e incluso claramente intuitivo-sin un gran excedente de perspicacia-, que detrás de tal enredo financiero, contra-utópico, descansa la sombra del autócrata Vladimir Putin, bajo cuya estrategia conspiradora se haya abrazada tal atávico entusiasmo, incentivado por un extenso régimen de mafias cuasi-corporativas, a quienes se aúnan un sin número de sátrapas, la G2 Cubana—y sus auxiliares guerrilleros “de la ‘FARC” y la “ELN” sumándoseles al igual ISIS, con el singular propósito de sustituir al dólar y al euro por un sistema cambiario a favor de quiénes fueren instrumentos, pasado y presente, de los herederos del legado del KGB. De allí que tengamos una hyperinflation que progresa más allá del millón por ciento para enterrarnos en una hambruna masiva. Y de allí el territorio de Venezuela se ha convertido en un campo de concentración a su antojo.
Mucho más deliberativos y peores que la misma Gestapo del siglo medio, estas actuales mafias rusas, el G2, la FARC e ISIS, además de ser máquinas de muerte investidas en ejércitos mercenarios y empresas anónimas, representan la inteligencia de un sistema cambiario apocalíptico. Se trata de un eje macabro que obra y se ejercita en todas las regiones del mundo con un alto radicalismo ideológico, cuyo objetivo es demoler nuestra civilización, y de cuya visión se pretenda aprovechar la susodicha oportunidad destructiva a favor de un mayor poder.
Sólo bajo los escombros de la economía imperante de los últimos siglos, estos forajidos creen que un gran poder caería potencialmente sobre sus manos. Uno sólo necesitaría preguntarse qué está sucediendo con el lavado de dinero clandestino a través de carteles trans-nacionales que, paso por paso, desequilibran los sistemas económicos occidentales y orientales, mientras destruyen al ingenuo espíritu de nuevas generaciones.
Y no faltaría reflexionar qué exista en común sobre las ideologías totalitarias y religiones ortodoxas y radicales, respectivamente de Rusia y el Medio Oriente, para explotar las distintas regiones subdesarrolladas del mundo a través del hambre mortífero, y que en tal desgaste se logre abrir una gran onda para su avance hegemónico.
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