¿Qué valor tiene el orquestado informe de noticias durante el mes de Julio 2018 –el New York Times y el Chicago Tribune entre otros–sobre los esfuerzos fallidos de Trump para persuadir a los países latinoamericanos a intervenir en la eliminación del Estado Criminal de Venezuela? ¿Por qué se nos permite saber toda esta farsa en este preciso momento, un año después de que los sucesos fueran presentados en dichos informes?
¿Cual es exactamente el propósito además de desechar y ridiculizar los intentos de Trump como ingenuos o precipitados, cuando en realidad debería ser lo contrario: que la seguridad del continente está en peligro, que no hay nada ingenuo o temerario dados los acontecimientos actuales en América Central y del Sur?
Los conflictos y vacilaciones de Rex Tillerson, H. R. McMaster y Mark Feierstein fueron barridos bajo la alfombra; la prensa nunca los cuestionó; así como el ahora expresidente colombiano Santos con su propia alianza con los Castros, tampoco estaba en el radar de la prensa; o tal como lo desestimó la prensa, los lideres de oposición de Venezuela, que conforman la partidocracia de Venezuela, tan corrupta como los que están en el poder, fueron también obviados.
¿Quién se beneficia en dichas abstenciones o iniciativas de desinformación? Ciertamente no se benefician los 27 millones de personas de Venezuela, que están muriéndose de hambre oprimidas por élites criminales mientras se entierran en una espiral de hiperinflación nunca vista en la historia humana.
Vivimos en un mundo de espejos donde los políticos tal parecen desviarse de la búsqueda de soluciones efectivas porque, como es resabido, la mayoría de los conflictos los ven bajo la óptica de intereses propios y no colectivos. Pero cuando el objetivo de evitar un conflicto prolongado que afecta a toda una región ya en el curso de casi 20 años se convierte en enterrar nuestras cabezas en la arena del olvido, la verdadera ingenuidad radica precisamente en no intervenir. Es así que la cuestionable sabiduría de tales acciones y la mala orientada prensa vendrán a morder a muchos políticos y periodistas, cuando la historia se encargue de enjuiciarlos como cómplices. La voluntad de una intervención paralela fue recientemente manifiesta por el Grupo de Lima, que ahora ha sido desacreditada gracias a dichos informes que se remontaban al consenso de septiembre del 2017 y no al del presente.
Los elementos de una intervención militar para extraer a Nicolás Maduro y sus secuaces no pueden equipararse con la eliminación de Saddam Hussein y la incitación a diferencias tribales que conllevan el radicalismo islamita. Venezuela e Irak tienen diferentes dinámicas geopolíticas. De hecho, Venezuela, un país de razas y credos mixtos, podría convertirse en una prometedora tierra de oportunidades para todos sus ciudadanos como para cualquier inversor interesado en desarrollar la multitud de sus recursos naturales. Los enfrentamientos sociales en Venezuela se deben a diferencias económicas que un régimen de criminales nunca resolverían. Y si se les dejara proseguir impunes, infectarían definitivamente su contaminante fuerza a todas las regiones de las Américas.
¿Cómo podría probarse que las sanciones económicas de los Estados Unidos son efectivas para combatir la criptomoneda junto con los intercambios transnacionales de carteles y el lavado de dinero que minan gradualmente la economía global? ¿Alguien puede saber que la influencia de estos factores pueda no ser instrumental en el colapso de la economía mundial tal como la conocemos?
Estamos rodeados de muchas opiniones, declaraciones aparentemente plausibles para entretenernos con posibilidades, muchas de ellas desde una percepción imprecisa, porque son un llamado a la sensatez ante una situación cada vez más difícil para todos los venezolanos.
Sin embargo, dichas posibilidades siguen siendo una expresión de esperanza ilusoria, expectativas que todos compartimos, a pesar del hecho de que no hayan dado lugar a una intervención en los últimos 19 años de interferencia cubana.
Si ha habido una dilación de ese consenso que se busca, entre tantos países europeos y americanos, entre las agencias diplomáticas y las diversas instituciones de seguridad internacional, las mismas que han permanecido inmunes a la urgencia del caso; entonces es válido preguntarse si realmente hay precisión de propósito; si hay autenticidad en las motivaciones; si hay sinceridad y resuelvo.
Podrían pasar otros dos, tres años y aún más rumiándose una resolución entre excusas y excusas, entre oratorias oportunas a cada aspecto de la crisis; entre esfuerzos por organizar una coalición con el único propósito de organizarse sin ningún resultado efectivo-organizarse para organizarse–; con una indolencia respetuosa; con total indiferencia hacia los escombros de una sociedad en ruinas; hacia una nación hambrienta, presa de la ignominia del exterminio, mientras los países de América y de Europa se entretienen en una embelesada vacilación.
Todos sabemos que la declaración de hoy (09/02/18) de Marco Rubio no fue honesta, que hace un año el gobierno de Venezuela hubiera sido “distinto” al actual Estado narco-criminal. Pero en tan solo un año, un gobierno putativo no se metamorfosea en un Estado criminal transnacional.
Lo que hoy es “distinto” son las grandes masas migratorias emergentes como resultado de la violación de los derechos humanos de un estado criminal, así como la hiperinflación, que excede más de un millón por ciento, forzando así un gran éxodo nunca visto en Sudamérica, de más de un millón y medio de personas escapando para sobrevivir a la hambruna y al declive gradual de sus vidas en los dos últimos años: un proceso que comenzó hace más de una década con una emigración que se ha elevado a 5 millones de personas o el 10 por ciento de la población de Venezuela.
Lo que fue “distinto” hace un año fue la falta de escrutinio sobre la seguridad del continente, ignorado por muchos países en espera de la investigación estadounidense sobre Rusia, que ha sido entorpecida por la posible colusión del propio presidente de los Estados Unidos de América.
Los eventos mismos están forjando la verdad la cual se impulsa en un proceso de necesidad intrínseca sobre una cruenta realidad, la cual esta por hacer rodar cabezas de políticos y criminales por igual.
El origen de la metástasis del movimiento electoral del socialismo del siglo XXI en países hispanos y latinos estriba en la concepción errada del igualitarismo al cual aspiran aquellos con falta de recursos y baja movilidad social.
De allí que veamos una juventud mayoritaria empobrecida en sus niveles de educación quienes conforman a los seguidores del partido político “Podemos” en España como aquellos seguidores del nuevo presidente socialista de Mexico, López Obrador, son la generación de indolentes vagos y maleantes que buscan un gobierno paternalista que les regale todo a costa de un régimen autócrata o criminal, que finalmente les robaría de sus propias libertades para mantenerse en el poder.
Solo vean el buen ejemplo prestado por los venezolanos, nicaragüenses y cubanos; hasta hace poco el reducto de seguidores de Correa en Ecuador, y de quienes persisten callados en la Bolivia de Evo Morales o lo que los chilenos tuvieran que sufrir para llegar a la sobriedad.
La diferencia estriba en que las generaciones del nuevo milenio no saben, ni entienden el significado de perder la libertad colectiva hasta que lo vivan en carne propia. La testarudez del rebelde consiste en no reconocer sus propias restricciones y por eso se hartan de protestar sobre desigualdades, creyendo que la llave de la felicidad resulte de la envidia mientras le puedan robar a su vecino el fruto de sus esfuerzos, en vez de educarse o trabajar honradamente. La juventud quiere ser rica y famosa sin mérito alguno. Su notoriedad estriba en la falsedad de sus nociones igualitarias. Ello sustenta y abre las puertas a las cruzadas mercenarias que los Estados delincuentes del mundo quieran alinearse en una geopolítica global para fortalecer su subsistencia.