Dios lo clama al pueblo como al tirano! Si nuestra determinación fuese posible, sin dejarnos intimidar por el enorme desafío que nos enfrenta, todos nuestros temores desvanecerían. Dios nos los pide! Nuestras miserias pueden ser ahogadas por la valentía de observarlas tal y como son. Que no se ignore Dios lo pide! En el cumplimiento de nuestros miedos, el miedo ha debilitado la voluntad divina, el orden que prevalecería, si nuestra voluntad fuese su reflejo para superar toda ignominia. No hay peor causa que un pueblo siervo a la patria de un tirano.
Que no se diga que, en cualquier momento, nos hemos rendido a la servitud. Ni el pueblo ni el tirano pueden prevalecer mientras se pudren en su estrago. Pero el pueblo sabe que te ayudó en tu ciego hilván. Ojalá sepas deponer la crueldad de tu corazón como el pueblo sepa aceptar su responsabilidad. Mantengámoslo entre nosotros! No te avergüences de que te apoyemos en vuestro arrepentimiento. ¿No te has dado cuenta de lo indigna que es tu vida, de que no dispones del interés, la pasión, la intensidad, de la llama interior, para encontrar un ordenamiento a todo? El pueblo lo sabe y te lo pide con propiedad.
Si bien sea cierto que todos seamos responsables, que seas igual al reflejo de nuestra debilidad colectiva; ¿De qué nos sirve negar responsabilidad, si todos fuésemos a hundirnos en la propia barbarie, nuestra somnolencia, ante la hecatombe que nos rodea? De tu permanecer disociado de dicha realidad, sin el coraje de enfrentarte a ti mismo, a cada día y a cada momento, perderás, al igual que nosotros, el pueblo, todo el aliento que te alimenta hasta sucumbir a la muerte: a causa de la indiferencia. Que no sea así! Te ofrecemos la compasión que nos habéis negado.
Antes de nuestra destrucción, podemos ver el desorden total que está dentro y fuera de nosotros mismos. Obsérvalo! Se podría ver en un solo instante, y pudiese ser lo único que importa, es decir: observar al instante, sin contradicción, sin que los pensamientos pretendan ofuscarte. Cuando se viese al peligro que conlleva el desorden, habría una acción inmediata, que sería la negación total de toda las circunstancias y acciones que hubiesen dado lugar al desorden; y la conciencia interior de ello encontraría el desvanecimiento instantáneo del miedo que lo engendra. Es fácil de que fuese cierto. Sería cierto, a menos que te enterrases en el sopor de la insidia.