Política (del griego: Politikos, que significa “de, por, o en relación con los ciudadanos”) es la práctica y la teoría de la influencia de personas al nivel cívico o individual.
Extracto de Wikipedia, la enciclopedia libre 29/10/13
No es por mera casualidad que desde la antigüedad, grandes pensadores han coincidido en que sin ética la política no tiene ningún valor. En el curso de nuestras vidas hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la incapacidad de los políticos para evitar la discordia y las guerras, como también hemos visto leyes las cuales no pueden promulgar la paz y la armonía entre nosotros. Y es posible reflexionar sobre cómo nuestra misma supervivencia parece ser predicada por esta incapacidad. Se podría argumentar que esta condición se debe a una incapacidad impregnada por la agresión, así como la indolencia.
Existe la incapacidad de las Naciones Unidas, demostrado por su propia falta de determinación. Los asuntos urgentes en materia de genocidio, o de esclavitud prevaleciente, de pobreza y de analfabetismo en todo el mundo se evaden por la supremacía de la codicia y el miedo a resistirla a un nivel de total indiferencia. Como institución mediadora su única misión está, en efecto, reducida a organizar por el solo bien de organizarse sin alguna solución efectiva. Del mismo modo en que las ideologías de los políticos de todas las naciones (en la democracia, el fascismo, el capitalismo, el comunismo, el socialismo, bien sea de la izquierda, del centro o la derecha) se baten constantemente en un vórtice que las hacen a todas inservibles.
La verdadera revolución está reprimida por nuestra somnolencia, una insensibilidad de nuestros sentidos, cuando hipnotizados por nuestro entretenimiento colectivo sobre las exigencias cotidianas nos inhibimos del buen entendimiento de nuestra desesperación. A esto hay que añadir el bandolerismo y la corrupción que prevalecen en el mundo con el abuso de la propiedad común que hasta patenta con fines de lucro incluso nuestras propias células biológicas.
Y entonces, nos preguntamos cómo no ser parte de un sistema degradante, cuando la paz y la política parecen tan dispares, una en contraste con la otra. Aunque esto parezca ser un hecho irrevocable, al negarnos de cualquier forma a la asociación con este sistema de duplicidad, ¿se puede ser verdaderamente responsable, se puede enfrentar a toda iniquidad con el coraje necesario? Habría que ser independiente de toda identidad divisiva, de todo sectarismo, de toda mentalidad tribal barbárica: es decir prescindir de toda ideología política, del nacionalismo, del regionalismo, del patriotismo, de la idolatría y religión de libros y santos, del culto al liderazgo, de la explotación humana, de la avaricia y sus obligaciones. Uno tendría que estar desprovisto de todo sentido de superioridad, de indiferencia y del egoísmo que nos divide violentando nuestra humanidad.
La verdadera revolución no es un movimiento de masas, sino una revolución interna del individuo, en el interior de cada uno de nosotros, conociéndose a uno mismo en paz y armonía con todas nuestras relaciones. Cuando se encuentra nuestra responsabilidad, la paz existe dentro, todo temor desaparece, y el mundo es mejor por ello; más no se puede cuando nos apodera el temor, la codicia, la ira, el odio, los celos o la envidia; resabido desde tiempos inmemoriales, el mundo también puede estar influenciado por estos sentimientos.
Ricardo Morín 11/04/13